En un vacío, uno inmenso,
ese que muta, se descompone y nace
cuando simplemente te desapareces.
De entre muros que aún te gritan,
las luces que te desean y
un cuerpo tendido que aun huele a ti.
Un humo alucinante, que de a poco,
nos presenta la nueva concesión, y
te abandono sin que tu existencia se limite,
te encuentras ahí, cansada y contusa,
de mis más arrebatadas atenciones salvajes e ignorantes.
Del viento que susurrará tu composición,
tu nombre, tu disfraz envuelto en memoria.
Entre un frío que te devuelve como volando a casa.
En la división que se aferra, y tal, al segundo cero
de profana y cautelosa muerte calmada,
resurge y busco de nuevo un calor,
uno que emana de tu forma descansada.
Siendo y eres como el libro de mis memorias,
de la narrativa contusa y enamorada, de todas horas,
todas vidas, todas vivas, y todas muertas.
La imagen calmada que se hace texto - como ser, pero más
palpable- texto de serenidad, tumulto, noche y día;
los tiempos haciendo el amor, entre el sol y la luna..
Emocionalmente exacerbado,
mi canción preferida dispuesta a cantarse a sí misma
su voz escuchada en el segundo acto a mitad de la media noche.
Dame de ella, de ti, ensimismada, lo que no reclamo,
lo que no persevero, lo que clama
inexorablemente y se nos hace la vida.
Como un resumen de las nuestras,
entre tuyo y mío, una meditación de garabatos confusos.
Y el egoísta recelo de nuestras esferas, de grande a pequeña,
de sin ti a sin mi. Yo pernicioso - como mejor hombre-
ante la carencia de sentido, lo que ahora es el primer anuncio.
Sabemos éstos, hasta en la ausencia más reflexiva,
en la que nos odiamos a caricias y amamos
al vivo golpe empuñado en sangre.
Sal de ahí, de la luz pálida y hermosa, que muestra
el oscuro de un instante del corazón, y encárgate
de hacerme reír, cambiarle las significaciones a mis días.
Aquí, porfía tu nombre,
entre cuatro paredes de una memoria que te hace vivir,
perecer sin agotamiento entendimiento... más allá de
la creación humana.